PSICOLOGIA PERINATAL

Congelar óvulos

Portada del reportaje Congelar óvulos del ARA

En febrero de 2020 participé en un reportaje para el periódico ARA sobre la vitrificación de ovocitos titulado “ Congelar óvulos: el negocio de retardar la maternidad".  

Al finalizar la entrevista, la periodista Lara Bonilla me dijo que veía diferencias entre mi discurso y el del resto de biólogos entrevistados, que se mostraban mucho más entusiasmados entorno al uso de la vitrificación de ovocitos y de las posibilidades que esta técnica abría. Es así porque mi visión no es sólo la de la biología sino que también miro a las técnicas de reproducción asistida como psicóloga especialista en ecología de sistemas humanos y eso me aporta un análisis que incluye también lo emocional, lo social o lo ético. 

Por este motivo la vitrificación de óvulos es una técnica que me genera sentimientos encontrados. Por una parte, siento que es una buena opción para reducir el número de ciclos con óvulos donados y por tanto, un camino hacia disminuir la necesidad de instrumentalización de las donantes pero por el otro, estoy convencida que es un claro ejemplo de como los malestares sociales se intentan convertir en patologías individuales, para acabar medicalizándolos e intentarlos “curar”.  

La raíz del incremento de la popularidad y la demanda de la congelación de óvulos son un conjunto de disfuncionalidades psicosociales más que necesidades personales
Los motivos principales que generan la necesidad de vitrificar los ovocitos son la precarización social que aborda fantásticamente Noemí López Trujillo en su libro El vientre vacío (2019), la infantilización psicológica o la elevada carga negativa con la que se relaciona la maternidad, fruto de la falta de referentes de maternidades satisfactorias
 
Por otra parte, según los datos que recuerdo de un congreso sobre vitrificación de ovocitos, la mayor parte de las mujeres que vitrifica sus óvulos, no los llegará a usar. El primer motivo es que queden embarazadas de forma natural cuando lo deseen. El segundo motivo es que no encuentren la pareja que buscan o el momento para ser madres. Este es el caso de Paula Vázquez, y lo explica en el libro Las No Madres: para ella es como una seguridad para poder decir que si no soy madre es porque no quiero, no porque no pueda. 

La técnica en sí conlleva riesgos parecidos a los de una fecundación in vitro y tiene un coste de alrededor de 2.000 euros, medicación a parte. Los óvulos generaran unos costes de mantenimiento anuales, dependiendo de la clínica entre 200 y 300 euros anuales más o menos y nunca tendremos la garantía que el proceso funcione en el futuro. 

En definitiva, aunque se publicite como una técnica que libera a las mujeres del tic tac del reloj biológico, no hay que perder de vista que en la base de dicha necesidad están los modelos que hemos introyectado (de productividad, de maternidad, etc.) y probablemente la falta de políticas hacia una maternidad digna. Por todo ello, es recomendable que antes de plantearse congelar los óvulos, nos cuestionemos como nos encontramos respecto a la maternidad para no dejarnos llevar por las opciones que nos ofrece el sistema más allá de nuestros propios límites.   

  

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