Donantes masivos y la falta de regulación: un problema global
Aviso: Este artículo puede causar malestar en personas que han sido receptoras de gametos o personas concebidas por donación. Es importante que cada uno evalúe su disposición emocional antes de continuar leyendo. Si formas parte de alguno de estos colectivos, considera si estás preparado para conocer más sobre la existencia de los donantes masivos. Además, es posible que la lectura de este artículo provoque sentimientos de ira, tristeza o frustración.
"The Man of the 1000 Kids" y "Our Father" son dos documentales disponibles en Netflix que relatan casos reales de donantes masivos.
En "Our Father", se narra la historia de un ginecólogo de Indiana (EE.UU.) que utilizó su propio esperma para inseminar a mujeres que acudían a su clínica por problemas de infertilidad de la pareja o por falta de pareja masculina. A la mayoría de mujeres o parejas les dijo que el esperma provenía de donantes universitarios, otras pensaban que se trataba del esperma de la pareja el que se estaba usando. A raíz de la investigación y el documental, se descubrió que tenía más de 200 hijos. Al final del documental, se mencionan decenas de casos similares de ginecólogos en todo el mundo.
En "The Man of the 1000 Kids", se sigue el caso de un donante que ofrece su esperma tanto en sitios web de donantes no anónimos como en bancos de esperma. Las familias receptoras empiezan a sospechar que está donando de forma masiva en Holanda al encontrarse por casualidad y reconocer el parecido de las criaturas. Las familias llevaron al donante a juicio para intentar que no siguiera donando. Como se explica en el documental, no hay una legislación internacional que regule esto, y se trató del primer fallo internacional en el que una jueza holandesa decidió multar con 100,000 euros al donante masivo si decidía volver a donar.
Bancos de esperma daneses como Cryos y European Sperm Bank, donde presuntamente ha donado, exportan esperma a cualquier país del mundo. No es imposible que muestras de este donante hayan llegado a España, y tampoco es improbable que en el futuro aparezca algún donante masivo español, como ya se hizo eco EL PAIS en el artículo Un donante, infinitos hijos, publicado en 2008.
En España, la Ley de Reproducción Asistida limita el número de nacidos de un donante a seis. Sin embargo, desde que se propuso una ley de reproducción asistida en 1988, ya se mencionaba la necesidad de crear un registro estatal de donantes. Este registro permitiría que las clínicas y bancos de esperma, tanto públicos como privados, registraran las donaciones relacionadas con un DNI. De esta manera, aunque este dato permanecería inaccesible a la familia receptora, habría un sistema para evitar que un donante fuera de una clínica a otra donando sin control, convirtiéndose en un donante masivo.
Lamentablemente, ese sistema, el actual SIRHA, no se creó y no se implementó en la mayoría de clínicas y bancos españoles hasta 2020. Esto ha dejado un vacío de 35 años en el que no se ha podido asegurar el cumplimiento del límite de seis nacidos a nivel global. Es decir, sabemos que en cada banco de esperma, un donante español ha podido dar lugar, como máximo, a seis nacidos. Lo que no sabemos es si, tras donar en una clínica, ha podido ir a otras más dentro de las decenas de bancos de esperma que hay en España.
Los donantes masivos, como se muestra en los documentales, son hombres a los que se les atribuye algún tipo de trastorno narcisista de la personalidad. No se muestran arrepentidos de sus donaciones masivas; al contrario, parecen sentirse orgullosos y creen que las familias deberían agradecerles por las criaturas tan bonitas y sanas que tienen gracias a ellos. Curiosamente, en ambos documentales, los donantes masivos analizados son hombres rubios de ojos azules, y ambos documentales sugieren una cierta idea de supremacía aria en sus acciones. Las familias receptoras admiten en "The man of the 1000 kids" que escogieron al donante por su físico, especialmente por el pelo y color de ojos.
Aunque en los documentales no se menciona este término, creo que la motivación de estas donaciones, más que altruista, se podría considerar casi patológica. Probablemente esté relacionada con la voluntad de estos sujetos de maximizar su eficacia genética, es decir, la capacidad de un organismo de transmitir sus genes. La eficacia genética en la paternidad humana estaba limitada (hasta ahora) por la inversión energética, es decir, por la necesidad de cuidados de las crías. A nivel legal, esta necesidades se traducen en que la paternidad es irrenunciable y lleva aparejada una serie de obligaciones que se deben cumplir. No obstante, las donaciones de gametos, posibilitan la separación de ambos conceptos de manera generalizada.
Realmente si se tratara de sujetos con un trastorno narcisista de la personalidad, sería muy complicado detectarlos en una única entrevista de selección de donantes. En muchos casos, estas entrevistas no las realizan psicólogos, sino alguien del equipo de enfermería o recepción que administra y corrige un test de personalidad. Además, las personas con trastorno de la personalidad narcisista suelen mostrarse amables, seguras de sí mismas y atractivas en un primer encuentro, lo que dificulta su detección.
Para muchas personas receptoras de gametos o concebidas por donación, estos documentales pueden ser muy duros de ver, ya que revelan problemas derivados de la banalización de las donaciones reproductivas. La falta de un registro durante más de 35 años y el anonimato dificultan saber si podrían ser fruto de un donante masivo o si tienen cientos de medios hermanos. Otro tema es cómo podría impactarles el hecho de que la motivación de su donante fuera patológica.
Estos casos nos recuerdan, por una parte, que la enorme instrumentalización y tecnificación de las intenciones reproductivas nos lleva inevitablemente a nuevas situaciones psicosociales que representan un desafío tanto para individuos y familias, como para las instituciones y los profesionales.
Por otra parte, creo que sería deseable dejar de banalizar las donaciones reproductivas, arrancándolas del entorno comercial y mercantilizado (y, como ya se está viendo, peligroso) para llevarlas al ámbito de las relaciones humanas de cercanía e intimidad, aportándoles la seguridad jurídica necesaria para poder recuperar la confianza perdida. Debemos enfocarnos en tratar estas decisiones con la humanidad y la ética necesarias para asegurar que se respeten los valores y derechos de todos los involucrados.